Hoy, con gran pesar, me despedí de mi fiel compañera, Mika. Durante casi 15 años, Mika fue más que un simple perro; ella era mi amiga leal, mi compañera de viaje y mi confidente. Juntos, nos embarcamos en innumerables aventuras, explorando la belleza y diversidad de 19 países de Europa, el Caribe y el Pacífico Sur. Mientras reflexiono sobre nuestro tiempo juntos, me abruma una mezcla de tristeza y gratitud por los increíbles recuerdos que creamos.
Nuestro viaje comenzó en Europa, donde Mika y yo viajamos en una furgoneta, descubriendo las joyas ocultas del continente. Desde las románticas calles de París hasta las ruinas históricas de Roma, el espíritu entusiasta de Mika fue un recordatorio constante de la alegría que se encuentra en la exploración. Paseamos por los vibrantes mercados de Barcelona, paseamos por los serenos canales de Ámsterdam y caminamos por los impresionantes senderos de los Alpes suizos. La emoción de Mika por cada nueva aventura era contagiosa y su presencia hacía que cada momento fuera más especial.
Después de años de viajes por carretera, nuestras aventuras se dirigieron al mar. Durante cuatro años, Mika y yo navegamos desde el Caribe hasta el Océano Pacífico Sur, abrazando la impredecible vida de los marineros. Navegamos por las aguas turquesas de las Bahamas, exploramos las exuberantes selvas tropicales de Costa Rica y nos maravillamos con los impresionantes arrecifes de coral de Fiji. Mika se adaptó rápidamente a la vida en el barco, su pequeño cuerpo se balanceaba contra el suave vaivén de las olas. Su coraje y adaptabilidad me inspiraron todos los días, mientras enfrentábamos juntos los desafíos y las alegrías de la vida en el mar.
A lo largo de nuestros viajes, la compañía de Mika fue inquebrantable. Ella estuvo presente en los momentos de triunfo y en los momentos de lucha, ofreciendo amor y apoyo incondicional. Sus ojos expresivos parecían comprender mis pensamientos y sentimientos, brindándome consuelo durante las noches solitarias y celebración en ocasiones alegres. La presencia de Mika era una fuente constante de fortaleza, recordándome que no importaba dónde estuviéramos, estábamos en casa mientras estuviéramos juntos.
El espíritu aventurero y la energía ilimitada de Mika sólo eran comparables a su capacidad de amar. Tenía una habilidad única para unir a la gente, forjando conexiones tanto con los lugareños como con compañeros de viaje. Su comportamiento amigable y su naturaleza gentil la convirtieron en una figura querida dondequiera que íbamos. La gente a menudo se detenía para acariciarla, encantada por su dulce carácter y su cola meneando. El impacto de Mika en las vidas de quienes conocimos fue profundo y dejó un rastro de sonrisas y buenos recuerdos a su paso.
Mientras me despido de Mika, me invade una sensación de pérdida indescriptible. El espacio vacío donde una vez yació, el silencio donde solían resonar sus ladridos juguetones y la ausencia de su reconfortante presencia pesan mucho en mi corazón. Sin embargo, en medio del dolor, encuentro consuelo en los innumerables recuerdos que compartimos. El legado de Mika es de alegría, amor y aventura, un testimonio del extraordinario vínculo entre un ser humano y su perro.
Mika ahora se embarca en una nueva aventura, una que la lleva más allá del ámbito físico pero nunca lejos de mi corazón. La imagino corriendo libremente por vastos campos, con el espíritu desahogado y el corazón lleno del amor que compartimos. Si bien nuestro tiempo juntos en esta tierra ha llegado a su fin, el recuerdo de Mika siempre será parte de mí. Las huellas de sus patas están grabadas en mi alma, un recordatorio de un viaje lleno de amor y exploración.
Buen viaje, Mika. On t’aime beaucoup. Tu legado de amor y aventura seguirá inspirándome y el vínculo que compartimos permanecerá intacto, trascendiendo los límites del tiempo y el espacio.