Había un pequeño cachorrito llamado Sparky que nació sin patas delanteras debido a una anormalidad cogeital. Su dueña, Sarah, estaba entristecida por su estado cuando lo conoció. Pero también reconoció una cualidad destacada en Sparky. Exudaba gran vigor y un amor efectivo por la vida. Sparky se mostró decidido a aprovechar al máximo su situación a pesar de ello. Cuando Sarah venía a verlo, él movía su pequeña cola y ladraba de alegría.
Sarah sabía que tenía que ayudar a Sparky en todo lo que pudiera. Ella lo llevó al veterinario para que le hicieran un chequeo y comenzó a investigar formas de mejorar su movilidad. Sarah fundó una empresa especializada en la fabricación de sillas de ruedas para perros. Pidió abierto para Sparky y se sorprendió de lo bien que se adaptó. Daba vueltas por la casa, acariciaba sus juguetes y meneaba la cola con alegría. Sarah estaba encantada de ver lo feliz que estaba Sparky y rápidamente se convirtió en un miembro querido de la familia.
A medida que Sparky crecía, se volvía más y más adepto. Saldría a caminar con Sarah, explorando el vecindario con sus pequeñas ruedas. La gente se detenía y miraba, asombrada por la determinación de Sparky y su energía en constante expansión. Sarah llevó a Sparky al parque, un poco perspicaz sobre cómo interactuaría con otros perros. Pero Sparky tenía otros planes. Estaba tan emocionado de estar allí que comenzó a ladrar y mover la cola.
Los otros perros sintieron curiosidad y se acercaron para investigar. Al principio, algunos de los perros eran un poco cautelosos con Sparky, pero pronto se dieron cuenta de que él era como ellos: un cachorro juguetón que deseaba tener sexo. Comenzaron a andar juntos, a perseguirse y a jugar. Sparky estaba emocionado y Sarah estaba encantada de ver lo bien que Sparky se adaptaba a los otros perros.
A partir de ese día, Sarah llevaba a Sparky al parque todos los fines de semana, y él jugaba y jugaba con los otros perros. Estaba sorprendida de lo bien que se había adaptado a su silla de ruedas y de cómo se había convertido en una parte tan integral de su pequeña comunidad. A medida que Sparky crecía, siempre perdía su entusiasmo por la vida. Seguía dando vueltas por la casa, ladrando y meneando la cola, y seguía caminando por el parque. Se había convertido en la inspiración de todos los que lo conocían, y Sarah estaba muy orgullosa de su pequeño cachorro.
Durante el EPD, Sparky vivió una vida larga y feliz rodeado por el amor de su familia y amigos. Su historia tocó el corazón de muchos, y siempre será recordado como un perrito que nunca se rindió y que nos demostró todo que con un poco de determinación y mucho amor, todo es posible. Sarah estaba agradecida por cada momento que compartió con Sparky y sabía que él había enriquecido su vida de una manera que nunca imaginó. El espíritu de Sparky vivió y su espíritu de resiliencia y alegría contribuye a inspirar a otros hasta el día de hoy.